LA BÚSQUEDA DEL MALTRATADOR

El maltrato es zona de claroscuros, tanto por la forma de producirse las agresiones, en ese siempre sombrío lugar del hogar violento, oculto a los ojos de la sociedad, como por la esencia de una conducta que es confundida con el amor, aplicada en nombre de un orden y por culpa, según se trata de presentar, de quien la sufre.

Y el maltratador, como el depredador más ferozaparece camuflado con la actitud y las formas adecuadas para conseguir ese mimetismo con el ambiente que lo haga pasar desapercibido para su presa y para la sociedad.

Con la sociedad lo consigue por medio de las formas, por esa manera de presentarse en público, por cumplir con lo que se espera, pues lo demás se supone; y frente a su víctima pasa desapercibido por el camuflaje del afecto, que no sólo ciega los ojos, sino que también oscurece la razón.

No es fácil ver al maltratador, pues sólo se manifiesta como tal ante la víctima, pero sin duda, la mejor forma de identificarlo debajo de ese disfraz de las “buenas conductas” es con la luz del conocimiento. Esta, como si fueran los rayos X que nos permiten descubrir la estructura interna de su esqueleto violento, traspasa los elementos externos de su representación para mostrar signos y datos que pueden identificarlo respecto a las conductas realizadas y a las que puede llevar a cabo en el futuro.

¿Qué se debe conocer sobre la figura del maltratador? No es fácil contestar a esta pregunta, pues, como los virus más letales, son muy diferentes y mutan con facilidad. Quizá, lo primero que se debe saber, aunque parezca una afirmación propia de Perogrullo, es que al maltratador hay que buscarlo y encontrarlo. Difícilmente se presentará ante nosotros como cualquier otro delincuente, es cierto que vendrán al Juzgado, podrá, incluso, venir detenido, pero aun así habrá que desplegar, como el cirujano coloca sobre la mesa auxiliar todo el material necesario para ir diseccionando los distintos planos de la anatomía, toda una estrategia investigadora que permita ir avanzando por la estructura que se levanta ante la idea del maltratador, repleta de imágenes y razones falsas, unas centradas sobre cuestiones puntuales relacionadas con los hechos, otras amparándose en los elementos que habitan en el lugar común de la cultura, con el control siempre vigilante de unas normas que rechazan sólo lo visible, pero que en cierto modo silencian ante lo que no trasciende.

Por eso hay que buscarlo, porque de lo contrario es fácil que demos más credibilidad a aquello que coincide con la normalidad desarrollada, y en lugar de avanzar en esa búsqueda nos quedemos en una de sus antesalas, sobre todo si los hechos ocurren en las tinieblas de los conflictos de pareja, más aún si la propia víctima de su violencia aparenta una inseguridad y unas dudas que hacen sospechar de su credibilidad al desconocer que forman parte de las agresiones que han sufrido.

“Sólo se ve lo que se mira, y sólo se mira lo que se tiene en la mente”.

Con esta frase el investigador francés Alphonse Bertillon, a finales del siglo XIX, resumió de forma gráfica cómo el principio directivo de la conducta hacia la consecución de un determinado objetivo parte de su identificación, y esta del conocimiento de la situación que se va a presentar y de sus posibles variables, que como interferencias en las ondas, se pueden entrometer entre la imagen o la idea que tenemos de esa realidad para deformarla, ocultarla o, incluso, hacerla desaparecer.

De manera que ante la propia realidad permaneceremos ciegos de entendimiento, no por negar lo objetivo o lo evidente, sino por dejarlo hueco de valor o sentido, ligero de significado y capaz, por esa maleabilidad que da la orfandad conceptual, de integrarlo a cualquier contexto con tal de hacerlo desaparecer de nuestra conciencia, si su presencia nos genera algún tipo de conflicto o inseguridad.

Si, además, ese hecho ya de por sí entra en conflicto con nuestra idea de convivencia, con los valores que nos mueven en el día a día entre las calles de la sociedad, o con los sentimientos que nos llevan a buscar las relaciones interpersonales como fuente de riqueza personal, la tendencia al ocultamiento se convertirá en una necesidad, y el lugar donde esconderlo será el recoveco más estrecho y oscuro de todos los disponibles.

No se trata de una pieza aislada, sólo tiene sentido en un determinado contexto y con las otras piezas que lo forman (la relación de pareja, la víctima, los hijos – cuando los hay-, las circunstancias en las que se desarrolla,…) y desempeña una función concreta (mantener una posición de poder), no es como otro delincuente que un día puede robar una casa, otro asaltar a una persona, y al siguiente herir o matar a alguien. Él es un maltratador en su relación de pareja.

CARACTERISTICAS DEL MALTRATADOR

Para el hombre, la mujer es un objeto que le pertenece. Y cuando no acata sumisamente su  voluntad cuando se le ocurre “rebelarse”, se siente humillado y recurre a la violencia.

Esta es la clave de la conducta del maltratador. Un hombre celoso, posesivo y controlador, que actúa como si tuviese una especie de derecho natural para degradar a su pareja.

Luis Bonino Méndez ha referido en su obra que Las palabras de uno de estos hombres, sometido a terapia con el psicoterapeuta Luis Bonino en el centro de estudios de la condición masculina de Madrid, lo confirman: “ella no me hace caso y no puedo aguantar que tenga una opinión diferente a la mía por eso cuando su mujer no se adapta a sus ideas él se le va de las manos y responde con violencia.”

La mayoría de estos hombres tienden a minimizar los efectos de su conducta, suelen recurrir a la mentira y no se reconocen como maltratadores.

Los golpes que propinan a la mujer se transforman en una simple pelea cuando quien lo cuenta, es el agresor.

Los insultos y los gritos, en comunes “problemas de pareja”. Tampoco son conscientes del daño que hacen. Simplemente ponen a sus mujeres en el lugar que les corresponde, siempre por debajo de ellos.

El complejo de inferioridad y la poca autoestima que suelen tener convierten cualquier desaire si ven cualquier opinión o conducta que no se ajuste a su punto de vista- en una ofensa a su virilidad.

Un sentimiento de humillación que quieren eludir a toda costa, para ello optan por el extremo contrario y buscan en las palizas a sus mujeres un poder que se les niega en la calle. Por eso no se resignan a perderlas.

Las necesitan vitalmente para desahogarse. Y encuentran la excusa perfecta cuando a ellas se les ocurre llevarles la contraria.

Los hombres agresores son machistas. Según la psicóloga Soraya Lara de Mármol, presidenta del Patronato de Ayuda a Casos de Mujeres Maltratadas (PACAM), el hombre agresor es machista con distorsiones cognitivas, por lo que cree ser dueño absoluto de su compañera.

Además, muestra conductas de control y posesividad y utiliza a la mujer para su propio beneficio como si fuera un objeto que puede manipular a su antojo.

Destaca que los maltratadores son hombres perversos, narcisistas y saben cómo esconderse y escudarse en su falsa imagen con el fin de conquistar a la futura víctima.

Indica que en estos casos la mujer no puede detectar la violencia fácilmente. La víctima queda como encantada con la personalidad del agresor, explica.

No obstante, aclara que detrás del agresor se esconde un hombre inseguro, dependiente y con baja autoestima.

 El agresor, definido como un hombre inseguro e inestable por Lara de Mármol, en primer momento lacera el autoestima de la mujer para dejarla desarmada a nivel interior y así convertirla en víctima.

Estas son algunas de las características del maltratador:

  • Utiliza la violencia con el fin de doblegar la voluntad de la víctima.
  • Los ejes en que basa los abusos domésticos vienen determinados por la edad y el género.
  • No es enfermo mental.
  • Selecciona a la víctima y escoge el lugar del ataque.
  • Tiene actitudes sexistas y creencias estereotipadas de las mujeres.
  • Ve amenazado permanentemente su poder en el ámbito familiar.
  • Impone el aislamiento social de su entorno familiar, como estrategia para romper la independencia y autoestima de su pareja. La imposición de aislamiento en no pocas ocasiones va más allá de lo psicológico y pasa a la inmovilidad física, dándose situaciones de secuestro en el propio hogar.
  • Critica constantemente con el ánimo de crear inseguridad y fomentar la dependencia.
  • No asume la responsabilidad de sus actos violentos no considera el problema como propio.
  • Tienen una gran capacidad de persuasión. Con extraños utiliza la seducción para imponer sus criterios.
  • Racionaliza su conducta violenta, la justifica y minimiza.
  • Utiliza todo tipo de estrategias para lograr un único fin: que la mujer no se aleje o que vuelva a su lado.
  • Atribuye el problema a la propia conducta de la víctima, a la familia, el trabajo, la situación socioeconómica.
  • Representa una imagen social opuesta a la que tienen en el ámbito privado. Fuera de casa puede ser educado, alegre, amable, seductor, solidario, atento, respetuoso.
  • Una de sus estrategias es la de convencer a la mujer de que no puede vivir sin él, cuando en realidad es él quien depende \»funcionalmente de ella\»
  • Manipula a la compañera ejerciendo el control sobre los bienes materiales.
  • Utiliza las visitas a sus hijos para acercarse a su víctima y seguir maltratándola.
  • Tiende a manipular e intenta seducir a los profesionales con su juego de doble fachada.
  • Entiende su equilibrio emocional como control absoluto del otro.
  • Siempre pide una segunda oportunidad.
  • Esgrime los celos para invadir y controlar la vida de la mujer.
  • Tienen generalmente antecedentes de violencia en su familia de origen. Repetirá su conducta violenta en las sucesivas relaciones que mantenga con mujeres.

Una investigación de los psicólogos norteamericanos, el Dr. John Gottman y Dr. Neil Jacobson. “Señalan que los hombres maltratadores caen en dos categorías: pitbull y cobra, con sus propias características personales:

Pit bull:

  • Solamente es violento con las personas que ama.
  • Celoso y tiene miedo al abandono.
  • Priva a la pareja de su independencia.
  • Vigilar y atacar públicamente a su propia pareja.
  • Su cuerpo reacciona violentamente durante una discusión.
  • Tiene potencial para la rehabilitación.
  • No ha sido acusado de ningún crimen.
  • Posiblemente tuvo un padre abusivo.

Cobra:

  • Agresivo con todo el mundo.
  • Propenso a amenazar con cuchillos o revólveres.
  • Se calma internamente, según se vuelve agresivo.
  • Difícil de tratar en terapia psicológica.
  • Uno depende emocionalmente de otra persona, pero insiste que su pareja haga lo que él quiere.
  • Posiblemente haya sido acusado de algún crimen.
  • Abusa de alcohol y drogas.

El pitbull espía a su mujer, es celópata, cae bien a todas las personas, excepto a sus novias o esposas. El cobra es un sociópatafríocalculador, puede ser cálido. El maltrato no cesa por sí solo.”

Después de que la mujer ha sido físicamente maltratada y tiene miedo, a veces cesa este tipo de abuso y lo reemplaza con un constante maltrato psicológico, a través del cual le deja saber a su víctima, que el abuso físico podría continuar en cualquier momento.

En ocasiones la violencia del maltratador oculta el miedo o la inseguridad, que sintió de niño ante un padre abusivo que lo golpeaba con frecuencia, al llegar a ser un adulto prefiere adoptar la personalidad del padre abusador a sentirse débil y asustado.

En otros casos, los comportamientos ofensivos son la consecuencia de una niñez demasiado permisiva durante la cual los padres complacieron al niño en todo.

Esto lleva al niño a creerse superior al llegar a ser un adulto y a pensar que él está por encima de la ley. O sea, que puede hacer lo que quiera y abusar de quien quiera.

Piensa que se merece un trato especial, mejor que el que se les da a los demás.

Donald G. Dutton en su obra hace referencia que “Según Carrasco Gómez, un primer aspecto del perfil psicopatológico de los maltratadores es que no existe un perfil determinadono forman un grupo específico.

Se describen rasgos o características más o menos comunes pero sin llegar a definir categorías.

Una de las primeras aproximaciones al conocimiento del maltratador, según Corsi, se hizo desde modelos psicopatológicos, considerándolo como psicológicamente enfermo intentando definir las patologías que estaban en la base de su personalidad. Y una de las definiciones más frecuentes que se dieron de los maltratadores es que poseían una personalidad sádica o bien pasivo-agresiva, y que eran individuos con características paranoides o “bordeline”.

Este tipo de consideraciones e interpretaciones, hechas por profesionales suponen un fortalecimiento del hecho de llegar a considerar el maltrato como producto de una enfermedad, cuando es justamente lo contrario, es decir que el maltrato genera psicopatología, y por otra parte, atenuaba o eximia la responsabilidad penal del agresor de ser considerado un enfermo

Resulta evidente, que es posible encontrar entre las personas violentas y maltratadores rasgos y maneras de ser, que no pueden ser catalogables como trastornos mentales, no son enfermos mentales a tenor de las clasificaciones internacionales al uso, al no reunir todas las características para ello.

Son personas que fuera del hogar mantienen una adecuación y equilibrio social adecuados.

Y sin embargo esos rasgos que originan una forma de comportamiento violento familiar son susceptibles de ser considerados como patológicos. Son rasgos de una personalidad anómala que se pueden considerar como psicopatológicos, por su frecuencia o intensidad y ser generadores de una conducta anormal.”

Los males que aquejan a los hombres violentos son la pasividad, la indecisión o la inadaptación sexual, con decisiones que los conducen a realizar conductas agresivas para así compensar las acreencias y debilidades de su carácter, pero no hay una relación de causalidad directa. La falta de adecuación total con el modelo de masculinidad hegemónica (psicopatología) es un factor que puede influir en el comportamiento violento, pero de ninguna manera es el único.

El hombre que actúa violentamente lo hace porque no soporta ciertas condiciones de su vida y entonces estalla. Cuando no es capaz de mantener cierto autocontrol se vuelve ofensivo, gritón, destruye objetos, golpea.

Las circunstancias que pueden conjugarse para ocasionar frustración son muy variadas: van desde factores económicos tales como el desempleo, el hacinamiento, la pobreza; aspectos sociales como el aislamiento, la falta de amigos, los conflictos con la familia de origen, las dificultades en el trabajo, el estrés.

Los hombres se sienten abrumados con una serie de problemas y ante la incapacidad de manejarlos desahogan la tensión ejerciendo maltrato hacia su esposa y sus hijos.

PERFIL DE LOS FEMICIDAS

La edad de los femicidas en su mayoría, oscila entre los 18 y 47 años. Dentro de las investigaciones indican que esta violencia se vuelve más crítica cuando los femicidas mantienen o inician otras relaciones, paralela o fuera  del hogar.

Quien comete feminicidio posee ciertos rasgos que permiten identificarle.

El experto del comparte algunos de ellos desde el punto de vista de los derechos humanos y aclara que cada uno de los puntos mencionados no funcionan de la misma forma aisladamente sino cuando se presentan de manera conjunta.

  • Personas violentas y celosas. Se trata de una violencia incontrolable. Aquellos que responden con excesiva violencia ante cualquier situación que ponga en riesgo su instinto de \»superioridad\», son propensos a cometer este delito.
  • Consumo de drogas. Muchos de los ataques que se han hecho contra mujeres se han perpetrado bajo el influjo de una droga o el alcohol.
  • Complacencia social con la violencia. Quienes crecieron en un contexto social en donde la violencia contra las mujeres se celebra y se incentiva tienen comportamientos que pueden derivar en violencia feminicida.
  • Quienes han tocado a una mujer indebidamente, sin consecuencias jurídicas por su actuar, van incrementando su nivel de agresión y puede llegar a cometer un feminicidio.
  • Aquellos que muestran un odio irracional hacia las mujeres son propensos ejercer violencia extrema.
  • Machismo exacerbado. Las personas que consideran a la mujer como un ser inferior podrían ser potenciales feminicidas.
  • Cultura patriarcal. Quienes viven en un entorno en el que constantemente se minimizar los derechos de las mujeres sólo por cuestiones de género constituyen un foco rojo.

PERFIL DE LAS VICTIMAS

En nuestro país, de acuerdo a las investigaciones,  las edades de las victimas oscilan entre los 19 y 35 años aproximadamente, es decir en toda la etapa productiva y reproductiva.

También se han registrado víctimas en edades entre 14 y 16 años de edad, edad de desarrollo de nuevas características sexuales físicas y emocionales, de  idealización del amor, de inicio del relacionamiento con el otro, de búsqueda de confirmación de sí mismo, de los primeros encuentros amorosos.

Las mujeres víctimas de violencia, por lo general no toman decisiones propias y son temerosas. También es fácil observar la actitud de los hijos hacia ella, no demuestran respeto y contienen una rabia interna hacia la madre.

La mujer víctima de violencia presenta condiciones específicas, al igual que el hombre agresor.

Regularmente, es una mujer con baja autoestima y en muchos casos con una fuerte dependencia emocional o económica de su compañero, aunque puede haber excepciones.

Ésta suele jugar un papel de víctima y en muchos casos las primeras agresiones que recibe son psicológicas.

Con esta premisa se puede determinar que el círculo de la violencia no es algo que se instala de un día para otro, sino que es una escalada que comienza con poca intensidad y se va agravando con el tiempo.

Según advierte Lara de Mármol, la violencia psicológica impregna miedo en el sistema emocional de la víctima, crea una sensación de locura que la lleva a dudar y hasta a convencerse de que provoca las ofensas que recibe por parte de su victimario.

Lara puntualiza que, en estos casos, la mujer no puede detectar la violencia fácilmente. Enunciados como “tú no sirves para nada, al no recibir lo requerido en el momento o restar valor a los aportes de la mujer en la casa, son algunas de las situaciones que comúnmente suceden y no se identifican como violencia, y sí lo son.

Visto esto, creo que a todas y a todos nos corresponde cuidarnos y estar alertas ante estos rasgos, porque si bien es cierto que no se puede generalizar también es cierto que a veces no existen las coincidencias.

ALGUNOS RASGOS TÍPICOS DE LA MUJER MALTRATADA.

El poder y las jerarquías sociales que se reproducen en el interior de la familia implican, relaciones de desigualdad: posiciones asimétricas donde alguien manda y alguien obedece, alguien decide y ordena, y alguien acepta sin mayores cuestionamientos.

En cuanto a los rasgos típicos de la mujer maltratada, podemos señalar que:

  • Cree todos los mitos acerca de la violencia doméstica.
  • Baja autoestima.
  • Se siente culpable por haber sido agredida.
  • Se cree fracasada en forma total como mujer, como esposa y como madre.
  • Se siente temor, pánico, que no controla su vida.
  • Ambivalencia-sentimientos encontrados, como por ejemplo le da mucha rabia haber sido agredida, pero siente que fue por su culpa el que le pegaran, (que se lo merecía).
  • Piensa que es completamente incapaz e impotente para resolver su situación, debido a que siempre ha sido controlada y dominada.
  • Es tradicionalista en cuanto al hogar, la unidad familiar y los roles sexuales femeninos.
  • Ha sido socializada para pensar que los golpes son cosa normal en el matrimonio.
  • Cree que nadie la puede ayudar a resolver su problema.
  • Se siente responsable por la conducta del agresor.
  • Exhibe o demuestra una gran resistencia y una actitud de aceptación pasiva.
  • Abriga esperanzas irreales de que el cambio es inminente.
  • Se vuelve aislada socialmente. Se define a sí misma en términos de las necesidades de los demás.
  • Es capaz de hacer todo aquello que los demás desean, en especial su amante masculino.
  • Posee un alto riesgo de volverse adicta a las drogas o alcohol.
  • Exhibe desordenes de estrés, depresiones y condiciones psicosomáticas.
  • Basa sus sentimientos de auto valía en la habilidad de conquistar y mantener a un hombre a su lado.
  • Acepta el mito de superioridad masculina.
  • Subestima el peligro de su situación.
  • Acepta la visión de la realidad que tiene su compañero.
  • Siente que no tiene derecho a defenderse.
  • Duda de su propia salud mental.
  • Teme al estigma del divorcio